Para la realización de esta actividad, propusimos la introducción a un cuento que posteriomente los alumnos fueron completando. Con esto procuramos un ambiente de trabajo en grupo y colaborativo, a la vez de un trabajo con las nuevas tecnologías.
La elección de turnos de escritura fue aleatoria, de modo que la historia cobró un sentido de lo más inesperado.
Balabaja, el rey del bosque
Esta es la historia de una niña y un imponente animal. Sucedió, según cuentan las hadas y las abuelas, en el tiempo de las primeras escuelas, cuando los niños no tenían libros, ni lápices, ni papel, y menos aún gomas de borrar.
Por aquel entonces los bosques estaban tan cerca de los pueblos, que dando tan solo unos pasos podías adentrarte en ellos. Allí habitaban magníficos seres como Balaja, un ciervo cuya misión consistía en cuidar de los árboles y de los animales.
Marcos: Para ello tenía cualidades mágicas, podía convertirse en todo lo que pudiera imaginar, gracias a un secreto que él solo sabía. Balaja, era el rey del bosque.
Un día le comunicaron que un ser extraño había entrado en su reino. Era una niña que parecía haberse perdido.
Antía: Efectivamente, María había salido huyendo de la escuela, porque esa noche se le había caído un diente y cuando llegó a clase sus compañeros se rieron de ella.
- ¡María está mellada! –corearon entre todos para chincharla-.
Ella salió corriendo para que nadie viera sus lágrimas y sin darse cuenta, se encontró en la espesura del bosque.
Carlos: Enseguida, se escondió entre las raíces de un gran árbol para que nadie la encontrara y siguió llorando avergonzada.
Balaja se apresuró corriendo hasta el lugar donde estaba la niña; quería ayudarla y para no hacerle pasar miedo, pensó en utilizar su magia para acercarse. Para ello, pronunció la gran palabra secreta que le permitía transformarse en lo que deseara: ¡Rustinuf!
Paula: De pronto, sus patas comenzaron a crecer hasta convertirse en gruesas raíces, su piel se tornó rugosa y de su cornamenta brotaron hermosas hojas. Tan bueno era su disfraz de árbol, que los pajarillos empezaron a anidar en el hueco de sus ojos.
Balaja acarició con sus hojas a María, y en el lenguaje de los árboles le dijo que no tuviera miedo. Pero comprobó que los humanos ya no recordaban el lenguaje de las plantas. La niña se limitó a apartar las ramas que se movían ante sus ojos.
Xulia: El gran ciervo no se rindió y volvió a pronunciar la palabra mágica: ¡Rustinuf! Esta vez se convirtió en un río de aguas cristalinas y comenzó a salpicar el rostro infantil para devolverle la alegría.
María seguía sin darse cuenta del mensaje, retirándose al instante para no ser mojada. Balaja comprobó que los humanos también se habían olvidado del lenguaje de los ríos. Aun así probó de nuevo y lanzó la palabra mágica: ¡Rustinuf!
Sergio C.: Sus paras se volvieron de algodón, su cuerpo era esponjoso y blandito, además podía mirar desde el cielo. Esta vez se convirtió en una hermosa nube, pero ni siquiera logró que la niña mirase hacia arriba. Tras lo sucedido, Balaja decidió presentarse ante la niña con su verdadera apariencia. El rey del bosque era un animal imponente, su inmensa cornamenta descansaba sobre su cuerpo robusto cuya piel tenía matices naranjas y dorados. Se acercó a María muy despacito y le tocó con el hocico.
Sergio M.: La niña sintió un gran escalofrío y temió ser devorada por aquel magnífico animal. Sin embargo, era tal la ternura que irradiaban sus ojos que la niña se apaciguó nada más mirarlos, dándose cuenta enseguida de que nunca le haría daño.
Balaja le preguntó a la niña varias veces por qué se había escondido en el bosque, pero María no abrió la boca, pues no quería que nadie supiera que estaba mellada.
David: Ante tanta resistencia al ciervo no le quedó más remedio que utilizar su magia. Recurrió a la palabra archisecreta heredada de sus antepasados y apenas exclamó: ¡Rustinuf!, se introdujo en la chiquilla, averiguando rápidamente lo que le sucedía.
-Vaya se te ha caído un diente y tus compañeros se han reído de ti –dijo Balaja meneando la cabeza en señal de desaprobación-, mi olfato me dice que por eso has perdido la sonrisa. ¿Es cierto María?
Elías: La niña se quedó boquiabierta cuando oyó su nombre, dejando al descubierto la mella que pretendía ocular y asintió con asombro. Balaja siguió hablándole para tranquilizarla.
- ¿Sabes una cosa) Lo que te ha pasado a ti, le pasa a toda la naturaleza. Ven, monta en mi lomo y te lo mostraré –le dijo el ciervo.
María estaba impresionada por las cualidades del hermoso animal. Montó en su lomo y se sujetó con fuerza a su cornamenta.
Bruna: Bajala empezó a correr, la niña volvió la cabeza y vio cómo iban dejando atrás un camino de flores. Era impresionante: de cada huella del ciervo nacía una flor bellísima que formaba una estela junto a las demás; parecía que el arco iris brotaba de la tierra.
Pero lo más sorprendente ocurrió cuando comenzó a llover: las gotas de lluvia jugaban con Balaja sin tocarlo.
Balaja y María parecían una ráfaga de viento mágico cruzando el bosque. Cuando llegaron donde estaban los árboles más añejos pararon; el noble animal quería mostrarle algo.
Uxía: Balaja le fue enseñando cómo caían las hojas y los frutos de los árboles para crecer más fuertes. Después le mostró a muchos animales que mudaban el pelo, la piel o las plumas para poder ser grandes y robustos.
Balaja terminó diciendo:
- Incluso las flores han de caerse para nacer luego más bellas. Esta es una ley que rige la vida de todos. Todos nacemos, crecemos y morimos, y sobre todo, evolucionamos, y esto también se cumple en ti, por eso se te caen los dientes.
Joel: Tras esa gran lección, de la que María quedó maravillada, el rey del bosque se dirigió a los límites de su reino, donde la naturaleza ya estaba cultivada por manos humanas.
La niña bajó del lomo del animal y le agradeció sus enseñanzas:
-Balaja, gracias a ti ahora sé lo que es crecer, ya no tengo miedo.
El ciervo miró a María con una profunda ternura, sumergiéndose en el lago de sus ojos. No hubo despedida, ambos quedamos amigos para siempre.
Nerea: Los compañeros de María la vieron llegar con una enorme sonrisa a la escuela. Para chincharla comenzaron de nuevo a meterse con ella, pero ya nadie pudo quitarle su alegría. Se quedaron todos tan extrañados de su tranquilidad que le preguntaron:
- ¿Qué te pasa María, ya no te molesta que nos riamos porque te falta un diente?
María respondió pensando en su amigo Balaja:
- No, porque es ley del universo, es la EVOLUCIÓN.
Y todos se quedaron con la boca abierta. Hasta el viejo maestro aprendió ese día de María. Sí, la pequeña se estaba haciendo grande.